Éramos "muertas", como se decía en esa época? No sé, yo me divertí mucho...
Tal vez, un poco aniñadas.Tal vez, simplemente producto del devenir que para nosotras eligieran nuestros padres, sin segundas intenciones, claro está. Adolescentes que van a un colegio religioso de mujeres solas y que tuvieron que vérselas con siniestras costumbres, consejos o advertencias tomadas del Códice I
Para ser la mejor Señorita de San Nicolás, a saber:
a) "Portarse como una señorita",
b) "Sentarse con las piernas cruzadas"
c) "Hablar correctamente, manejar un adecuado vocabulario, vestirse decorosamente, no dejar que un hombre se acerque más de la cuenta y mucho menos acercársele uno a él " (este inciso profundizaba en este tipo de cuestiones en las que no voy a detenerme, puesto que no vienen al caso)
d) "No quemarse": concepto que probablemente fuera acuñado en relación a la canción de moda de aquel entonces que entonaba la Bomba Tucumana y que aludía, obviamente, al calor que le producía un hombre y en la que pide a gritos que vengan los bomberos, aunque en el fondo todos sabemos que ella está muy feliz en el "infierno", porque es una chica mala y sabe cómo pasarla bien. Pues en este caso lo que se advertía en el libro era que acercarse demasiado a ese fuego, deliberadamente, ya sea por acciones como: ir repetidamente a fiestas, o hablar demasiado con chicos, o ser demasiado extrovertida, o usar un jean muy ajustado...Estas acciones eran peligrosas y uno podía caer en el pecado y con ello ofender a la Madre Elmina Paz de Gallo (Q.E.P.D) y a Santa Rosa de Lima (O
h rosa, no hay rosa más bella que tú, rezaba su himno, aunque uno no podía entender la conexión de estas ideas que cantaba obedientemente, siendo que todos los benditos agostos la habían machacado con la película en la que mostraban su vida y en la que ella se cortaba el pelo al ras, porque no vaya a ser que uno ose ser bella y amar a Dios sobre todas las cosas).
e) "Esperar a que el chico te saque a bailar" (sin importar si el chico en cuestión te gustaba un poquito siquiera)
f)"Esperar al lado del teléfono para que te inviten a salir".
Me detengo en este último inciso porque en esta etapa comencé a sentir que algo no iba bien con el
Códice I....A partir de la franja etaria de los 16 años el libraco, heredado de nuestras tatarabuelas había sufrido algún tipo de percance -llámese perro familiar, tortuga o cualquier otro tipo de eventualidad doméstica por la cual carecía de las hojas que indicaban lo correcto a realizar en esta edad-. Algunas mamás, en la reunión de catequesis habían propuesto e impuesto entonces, que la actividad se restringiría a enseñar a las pubers que si se habían acabado las fiestas de quince y si nadie quería prestar la casa para hacer una fiesta "decente", pues entonces debían esperar a que algún caballero "decente" las llamase por teléfono y les hiciera el enorme favor de invitarlas a pasear y quién os dice, a bailar a alguno de los boliches de moda -Recórcholis, la Barraca, por nombrar alguno- y entonces sí, la adolescente podría salir el sábado. (Generalmente los caballeros "decentes" cuyas mamás también los habían instruido en el
Buen Arte de cómo elegir a la Mejor Señorita de San Nicolás -tomo celeste, no el azul marino- jugaban al rugby el sábado por la mañana, razón por la cual se disponían a llamar a las chicas a partir de las 20 horas aproximadamente, si es que no habían vuelto a casa antes porque el tercer tiempo se podría haber suspendido por lluvia o por otras cuestiones; lo cual hacía dificultoso para las
Señoritas que esperaban la llamada sin poder determinar bien la franja horaria).
Lo cierto es que no éramos populares. Y de hecho no íbamos ni al A, ni al B, claramente éramos del C. Y empezamos a darnos cuenta de que por más de que prendiéramos velas para que el chico que nos gustaba le preguntara a alguien nuestro teléfono (porque solo se nos acercaba para charlar un ratito, pero de teléfonos ni hablar), por más de que nos quedáramos haciendo guardia en franjas horarias "por si las moscas", por más de que...el asunto este de tanta "espera" nos duró unos días. Obviamente sostuvimos, por mucho tiempo, en nuestras mentes "que a lo mejor nuestro número de teléfono no figuraba en la guía o que, probablemente tenía que ver con que estaba a nombre de la madre y no del padre, razón por la cual era imposible que encontraran el teléfono", argumentos que correspondían a cada una de acuerdo a su necesidad y que nos permitían mantener vivo algún tipo de ilusión.
A partir de ahí decidimos inventar nuestro propio
Códice y tomar la mochila por nuestra cuenta. Excursiones a Raco, al Cadillal y a San Javier por fines de semana completos a jugar al burako, cocinar los mas pesados brownies que se puedan comer en el planeta (de allí viene que esta sea mi única y verdadera especialidad culinaria), escuchar a Laura Paussini hasta el fin del mundo, teñirnos el pelo, depilarnos entre nosotras, llorar a veces, repasar la historia sobre cómo conocimos a aquel amor que nunca nos llamaría, hacernos mil veces el test de "¿su nombre empieza de la A a la Z?"; y, a finales de los 16, cuando nos dimos cuenta de que esto de no sacarse el jogging ni el delantal durante todos los días hábiles y partir de excursiones los fines de semana -en plan: comamos lo que encontremos- se estaba volviendo un problema de salud, incorporamos actividades al aire libre del tipo: salir a caminar y otras que excedían la mesa y consistían en extremadas dietas a las que llamábamos cariñosamente "Expedición Robinson" porque consistían en comer una manzana al día y el último día de la dieta devorarnos cuanto encontráramos al alcance.
Y de esta época derivó la autodenominación y el autoreconocernos como grupo, como familia, como pares, como chicas que transitaban por las mismas experiencias y padecían casi lo mismo. Y así nació el mote de LAS TÍAS. Nos miramos, nos reconocimos, nos abrazamos y nunca más nos separamos.
Éramos tres.
Más adelante se unieron por motivos varios y diversos, otras dos. Ellas habían pertenecido a las populares, pero se habían aburrido o se encontraban a disgusto ahí. Las dudas que las acercaron hasta nuestro clan fueron las mismas que veníamos manejando nosotras desde que habíamos roto relaciones con la gente del
Códice I, nos unían experiencias, sentimientos, y sobre todo la incertidumbre con respecto a esas costumbres y enseñanzas del
Códice I: ya
sea por haber engordado en el camino y no reconocer la imagen tatuada situada al lado del ombligo pero encontrar el asunto de lo más jocoso, por haber fracasado en el amor reiteradas veces pero seguir intentándolo con entusiasmo, por no estar del todo convencida de la heterosexualidad e indagar en prácticas aclaratorias, por desconfiar en los supuestos beneficios de la virginidad antes del matrimonio y en las supuestas desventajas del sexo en todas su dimensiones, por poca claridad vocacional, por cornuda, por trola, por hippie, por hereje, por atea, por gruñona, por insegura, por demasiado segura, etc. Éramos huérfanas, hasta que se hizo la luz y zan se acabó.
Y fuimos cinco por el mundo y sin
Códice.
Y hoy somos seis, u once si contamos a los compañeros de ruta.
Y hoy verdaderamente somos LAS TÍAS.
Bienvenida Martina. Qué bueno que llegaste y nos hiciste más dignas de este título que llevamos hace años sin recordar casi el porqué.